Entrevista de El Mundo a Miquel Suñer (29/12/2013)

Cinco años de crisis después, ¿en qué estado se encuentran los Clubs Náuticos de Baleares?

En mi opinión, para nosotros lo malo está por llegar. Los dos primeros años de crisis casi ni nos dimos cuenta del problema; luego sí que la hemos tocado, y mucho, pero en general hemos resistido todos bastante bien. Por ejemplo, no creo que ningún club haya tenido que reducir plantilla. Claro, hemos reducido gastos y controlado mejor la gestión económica, pero hemos aguantado. El problema es que desde el año pasado se está notando cada vez más que los propietarios no cuidan tanto su embarcación, que salen menos con ella, que el consumo de combustible está bajando mucho, etc. Hay muchos barcos de los que cuelga un cartel de Se Vende. Y para que esta tendencia se frene, se necesitará no sólo una mejora de la economía, sino también una subida de la confianza. Eso puede llevar, tranquilamente, dos años más. Por supuesto, me refiero al tipo de náutica que acoge el Club de Sa Ràpita: modesta, de clase media, de jubilados y aficionados a la pesca. Supongo que los megayates no tienen estos problemas... ¡Será por eso que siempre se habla más de ellos!

El origen de un Club Náutico como el de Sa Ràpita resulta muy interesante desde un punto de vista sociológico.

Es verdad. Piense que, desde siempre, eso de tener una barca era algo reservado para la gente poderosa y acaudalada de cada comarca. Hasta que en los años sesenta y setenta, poco a poco, la clase media mallorquina empezó a disponer de la posibilidad de disfrutar el mar. Pero obviamente, uno no puede usar barca si no tiene al mismo tiempo algún lugar para atarla y en esta zona de la isla sólo se disponía de amarres en la Colònia de Sant Jordi, que ya entonces estaba copada; así que la gente de Campos, y los veraneantes de Sa Ràpita (residentes en Llucmajor, en Porreres, en Palma...) decidieron crear este Club Náutico. Fue a principios de los setenta cuando empezaron a llegar las autorizaciones y el puerto se fue haciendo paso a paso, no de golpe sino al ritmo que permitían las ventas de puestos de amarres y el interés de las personas. Hoy teneos un puerto que a mí, desde luego, me parece una maravilla y que no ha costado ni un céntimo al contribuyente, porque siempre se ha valido económicamente por sí mismo.


¿Y es un puerto que ya podemos dar por acabado?

Bueno, un puerto nunca está acabado: cada día sale una cosa nueva. Por otra parte, en 2010 obtuvimos la renovación de la concesión, en unas condiciones que hace unos días, el 16 de diciembre, han sido igualadas a las obtenidas por otros clubes que han renovado después. De modo que finalmente la concesión alcanza hasta el año 2040 y trae aparejados un compromiso de inversión de tres millones de euros y un canon que a nosotros nos parece realmente gravoso, pero que aparecía como una condición innegociable. Así que hemos pasado de no pagar apenas nada a pagar 260.000 euros anuales, más o menos. Le aseguro que esa cifra para nosotros no es cosa de risa.

Ya que habla de concesiones, este es un de los temas que siempre ha preocupado mucho al sector: el de los concursos públicos. Entre otras razones, porque se ha dado históricamente un desequilibrio entre las condiciones impuestas por la ley autonómica y la estatal. ¿Está contento con las novedades en este sentido?

Sí, desde luego. Mucho de nuestro trabajo en la Asociación ha ido encaminado a evitar que, cuando se acaba una concesión, el Club tenga que ir a un concurso puro y duro.

Explique las razones.

Son muy sencillas: en un club náutico como el nuestro, si la concesión sale a concurso, seguro que la gana una sociedad anónima con gran capacidad económica. Si eso ocurriera, aquí pronto no quedaría ni una sola barca de seis o siete metros, no hablemos de las que son aún más pequeñas. Eso es lo que ocurrió en el Marítimo de Mahón: las barquitas de toda la vida se fueron en seco, o no sé adónde. Desde luego, es muy lícito que las grandes empresas quieran ganar dinero, pero debería haber vida para todos. Hay que tener en cuenta a aquella gente que ha hecho el puerto, que lo ha mantenido y disfrutado. Ahora mismo, en Cala Nova, ha habido concurso y desde entonces muchos de los amarrados están buscando otro sitio al que ir, porque dicen que no pueden pagar las mensualidades que se les exige. No sé, yo creo que no todo es dinero. Y por otra parte, nosotros no queremos que se nos regale nada. Yo suelo poner un ejemplo: si alguien tiene una finca alquilada a unos arrendatarios que pagan puntualmente, aceptan que suban las cuotas cuando toca y mantienen en buen estado las instalaciones, probablemente querrá seguir con ellos, ¿no? Pues la mayoría de clubes está siendo gestionada así.